¿Me lo parece a mí o este año ha ido menos gente que el anterior? Y bueno, mejor no hablar de los cosplayeros, que los pocos que había o iban de personajes de manga o de videojuegos, con excepciones contadas, claro, como la del señor Olafo y el señor Orestes, quienes se olvidaron de todo tipo de prejuicio y partieron hacia el salón disfrazados de un tal Herbert el pato y un tal Jacinto desde su residencia (pasando por varias paradas de metro y calles llenas de padres que les susurraban a sus vástagos “mira hijo, eso es monstruo”, como quien señala al hombre del saco que te secuestrará por las noche si no te comes el plato de lentejas).
¡Herbert, alguien y el Guardián de la mazmorra!
También es cierto que no había tantas tías guapas como el año pasado… o quizás es que ya me parecen demasiado pequeñas como para fijarme en ellas, no sé. Pero bueno, por suerte, aún quedan de esas que cuando te cruzas con ellas tienes que girar el cuello hasta posiciones para las que el ser humano no está anatómicamente preparado. “¿Cómo quien?” Os preguntaréis, o mejor aún, “muéstranos una foto de ella, cabroncete”. Paciencia.
Hace un año justo me quejaba de no haber podido acercarme a cierta atraefrikis disfrazada de Gata Negra por la marabunta que la rondaba constantemente, y hace unos días, por puro azar, nos escribió nuestra musa en cuestión asegurando que su presencia se repetiría en el presente salón, además de añadir la eventualidad de acercarme a saludarla. Y era cierto, volvió a ir. Pero (siempre hay un pero…), el problema es que no había una, sino dos gatas negras. Estaba jodido. Si ya tenía los huevos en el cuello ante la posibilidad de acercarme a ella y conseguir salivar lo suficiente como para articular una frase comprensible, pensar que sólo tenía un 50% de probabilidades de acertar fue la gota que colmó el vaso. Ser tímido es una putada… Y así sucedió que me crucé como 3 veces con ellas (por separado) sin decir nada. Así que, con pos de romper el refrán (y motivado por frases como “al final la vas a perder y no la vas a volver a ver” de mis compañeros), me acerqué la cuarta vez a una de ellas y la dije: “¡ei!, ¿por casualidad tú no escribirías un comentario hace unos días en un blog de…?”, “¡en Tejiendo La Historia!” me cortó con una enérgica sonrisa. Supongo que ir vestida con un traje ajustado de cuero negro da cierta labia a la hora de hablar con extraños… Debo probarlo algún día. En fin, di gracias a Dios durante una milésima de segundo, aseveré, pedí disculpas por cualquier cualquier cosa que la hubiera podido resultar ofensiva de aquella entrada, haciendo hincapié en que ésta estaba cargada de un inocente (¿cómo iba a esperar yo que ella se fuera a pasar por aquí?) tono sarcástico y le pedí una foto. Ella, muy amable, accedió y hela aquí.
La cara de capullo que tengo es debida a la sensación de triunfo del momento
Por lo demás… mucho freak suelto, los mismos autores de siempre, la de información era un poco borde, Planeta no fue… ¡pero eh, hubo una “novedad”, había un stand de comida japonesa COMO en el Salón del manga de Barcelona!; no compré ni un solo cómic, y el de la entrada lo tiré porque el nombre pudo conmigo: “Tarzán vs Predator, en el centro de la tierra”; intenté regatear en un stand de merchandising pero me dijeron que nanai… Como véis, todo muy normalillo.
Al final, lo mejor es el ambiente, el ir dando vueltas con los colegas intentando descifrar algunos disfraces, encontrarte con conocidos inesperadamente, comentar lo buenorra que está tal o cual, hacerse fotos en poses raras con los cosplayeros, y luego irte a cenar por ahí a echarse unas risas y recordar las mejores anécdotas del día. Sólo por eso ya vale la pena repetir el año que viene.